San Bernardino de Siena
Predicador de la penitencia, este misionero franciscano (1380-1444) recorrió toda Italia. Se le adjudican milagros. Tenía mucho público en sus sermones, en los que solía recurrir a historias ilustrativas.
El zorro en el pozo
El zorro se hallaba en una región donde estaba causando gran daño. Un día le tendieron una trampa, empleando como carnada a una gallina colgada del brocal de un pozo. El zorro llegó al lugar, vio a la gallina y subió al brocal; la trampa estaba hecha de tal modo que, apenas tocase a la gallina, el zorro debía caer en el pozo. Y así ocurrió: atrapó a la gallina y fue a dar al fondo del pozo. Pero una vez allí, para no ahogarse, se metió dentro del cubo.
El lobo pasó más tarde por allí. Vió al zorro en el fondo del pozo y le dijo:
- ¿Qué ha ocurrido, hermano? Tú que eres tan prudente y tan listo, ¿cómo has ido a parar allí?
-Ay -contestó el zorro-, he sido tan inocente. De todos modos, tú y yo somos muy parecidos, ya que los dos vivimos de la rapiña. Ayudémonos, como es nuestro deber; por favor, me encomiendo a ti. Sácame de aquí, si puedes.
- ¿Qué quieres que haga?- preguntó el lobo.
-Métete en el cubo vacio -respondió el zorro- y baja a rescatarme.
-¿Tienes algo de comida? -preguntó el lobo.
- Una gallina -dijo el zorro.
El lobo se introdujo en el cubo y en el acto su propio peso lo arrastró brutalmente, mientras que el zorro, en el otro cubo, subía a toda velocidad.
El lobo alcanzó a decirle al zorro:
-Eh, pero tú estás subiendo. ¿Qué significa todo esto?.
-Ya lo ves -respondió el zorro-, así está hecho el mundo, en escalones: unos suben y otros bajan.
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